Cubitos de azúcar triturados en platos de cafeterías de dudosa higiene.
Muy nocturna por aquello de evadir la convivencia en familia.
La calle, la ciudad desordenada y sucia, la lluvia que aquí no me gusta igual (jamás será como la de mi sabana madre, no señor, le falta carácter). La sombrilla ajena, la mía en aguas internacionales esperando (la semana que viene estaré diligente en su puerta). 4 narices ególatras pero ohhh por Dios que hermosas. Una de las narices -la del señor con cara de desahuciado- particularmente agradable, nariz y ojeras, y la languidez y un pedido de teléfono, y en este punto hay un frenazo en seco y ningún cimiento, ni una sola palabra que soporte la apertura de una posibilidad. Me aburro.
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