Capricho somnífero, pornocturna después de siglos, la familiaridad pasmosa de las imágenes -las tablas rotas, las manos en la boca, la penumbra táctil, me vas a matar-.
Virada posterior, árboles y semillas, ramas parlantes en crepúsculo inocuo.
Más semillas
pepitas voladoras
mensajeras
jeroglíficas
llevadas por el viento hasta los confines de mi camisa, entre los bolsillos del pantalón.
Me deja pensando esto, como se las arregla la cabeza para ir a donde el cuerpo se lo prohíbe.
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