A veces el juego da giros solito. Motivo por el que los contrincantes no tienen más opción que ceñirse a la carta que saca el destino y soportar sus inclemencias.
Nada salió como estaba presupuestado, no hubo jornada frente al espejo; ni informe del ministerio de guerra.
Por el contrario la noche trajo cerveza y conversaciones rumiantes entre amigos -que antes que regalarme un buen rato- me dejaron maluca con la vida.
Y fue así como subí al Metro con mis camaradas (que por cierto se encontraban en el mismo estado de baba mental), y cada uno se bajó en su correspondiente estación.
Cambié de línea rumbo a mi casa; y mientras veía por la ventana las luces de la ciudad, me tragaba lagrimitas por todo aquello que soporto haciéndome la loca pero que en realidad me hace sentir frustrada.
Entonces una voz impersonal anunció el fin de mi camino. Salí del vagón, bajé las escaleras como un ente… y ahí estaba: Él y sus ojos y su cuerpo extraviado y su boca demencial, comprando un tiquete con sonrisitaconvencionalvacía dirigida al amigo que lo acompañaba. A hora improbable, en lugar improbable. En mis terrenos.
Bang!!!! Choque. Mirada fija y frialdad metálica de esta servidora. Cabeza levantada con la misma sonrisitaconvencionalvacía que mutó sutilmente a mueca mientras levantaba la cabeza ligeramente, como saludo por parte del sujeto. Respondí igual pero sin sonrisa, con el rostro en tensión.
Paralelamente a lo manifiesto, la taquicardia fue instantánea. Juro que me dolió el pecho; entendí el cuento del corazón roto.
Esas casualidades nos ocurrían cuando existía algo, cuando nos buscábamos aun.
La pregunta que me hace pequeñas incisiones cerebrales es por qué diantres?????????????
No me habría afectado de este modo si hubiese sido parte de la estrategia. No veía venir un golpe de la madre fortuna de estas proporciones.
Tendré que embestir con furia en un próximo encuentro. Lo bueno de este tropiezo es que ambos perdimos contra los asuntos pendientes; la clave está en la próxima movida. Tengo que estar alerta.
Nada salió como estaba presupuestado, no hubo jornada frente al espejo; ni informe del ministerio de guerra.
Por el contrario la noche trajo cerveza y conversaciones rumiantes entre amigos -que antes que regalarme un buen rato- me dejaron maluca con la vida.
Y fue así como subí al Metro con mis camaradas (que por cierto se encontraban en el mismo estado de baba mental), y cada uno se bajó en su correspondiente estación.
Cambié de línea rumbo a mi casa; y mientras veía por la ventana las luces de la ciudad, me tragaba lagrimitas por todo aquello que soporto haciéndome la loca pero que en realidad me hace sentir frustrada.
Entonces una voz impersonal anunció el fin de mi camino. Salí del vagón, bajé las escaleras como un ente… y ahí estaba: Él y sus ojos y su cuerpo extraviado y su boca demencial, comprando un tiquete con sonrisitaconvencionalvacía dirigida al amigo que lo acompañaba. A hora improbable, en lugar improbable. En mis terrenos.
Bang!!!! Choque. Mirada fija y frialdad metálica de esta servidora. Cabeza levantada con la misma sonrisitaconvencionalvacía que mutó sutilmente a mueca mientras levantaba la cabeza ligeramente, como saludo por parte del sujeto. Respondí igual pero sin sonrisa, con el rostro en tensión.
Paralelamente a lo manifiesto, la taquicardia fue instantánea. Juro que me dolió el pecho; entendí el cuento del corazón roto.
Esas casualidades nos ocurrían cuando existía algo, cuando nos buscábamos aun.
La pregunta que me hace pequeñas incisiones cerebrales es por qué diantres?????????????
No me habría afectado de este modo si hubiese sido parte de la estrategia. No veía venir un golpe de la madre fortuna de estas proporciones.
Tendré que embestir con furia en un próximo encuentro. Lo bueno de este tropiezo es que ambos perdimos contra los asuntos pendientes; la clave está en la próxima movida. Tengo que estar alerta.
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