Un ajetreado fin de semana festivo sin descanso alguno.
Humo verde en los pulmones enrareciendo el paisaje nocturno –aun más de lo habitual-.
El ministerio de guerra se destrozó en pedacitos a manos de su verdugo personal: Triste escena. Perdida en laberintos dolorosos, en atroces verdades.
Muchacha de risa loca sin risa, hecha temblor, estupor y gritos.
Horrible.
No me quedó más que ser hombro y enfermera y algo madre; cuidar a la desdichada criatura hasta que pudo ponerse en pie y seguir su rumbo. No recuerdo haber presenciado tanta ruina.
El sufrir en tercera persona tiene algo de esclarecedor, se reconoce uno en ese rostro desencajado que tiene en frente; se analiza, se juzga, se jura nunca repetir una catástrofe de tal magnitud… pero lo cierto es que la naturaleza humana es débil, y no estamos exentos. En un instante los cables sueltan chispas y plop!!!! Se instala el delirio.
En la esquina de la sanidad el trabajo de la tesis abundó, pero fue insuficiente.
Nuevos proyectos rondando la cabeza: otra carrera, cinco años más deambulando por esta ciudad, atormentando las calles con mis neurosis y mi improbable candor.
Ya tiré la monedita al agua pidiendo el deseo. Se espera respuesta del destino.
3 comments:
Directo al pozo de los deseos:
ser hombro, enfermera y madre...
Nuevos proyectos rondando la cabeza, siempre bueno, siempre sano, siempre necesario.
Es preciosa la fragilidad humana, la vulnerabilidad que nos hace a todos ser parte del mismo encierro. Es casi por eso que se sufre en tercera persona, como en retroactividad multiple.
Visito su blog para visitarme de ven en cuando en eso que se logra ver en el decir ajeno.
Un beso
Un honor para mí el provocar una de esas visitas introspectivas.
Un placer los ires y venires de conversaciones entre dos extraños curiosamente afines.
Un beso para usted, Señor Elocuente (disculpe el atrevimiento de la denominación, pero es que en este espacio me he tomado la libertad de bautizar a los personajes circundantes)
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