Emboscada y Limbo.

Y Puedo jurar que no quería carnavales, sólo anhelaba esconderme del mundo en algún rincón apacible. Pero noooo!!!! Oh… no sucedió así.
La noche del viernes fue eterna y roja, lunática, con algunos visos de sordidez y telaraña.
El espejo logró emboscarme –en mi propia casa, por Dios!!!-. Como no consentir entonces el rose de las piernas que se chocan en una cama que no es lo suficiente grande; una mano en la espalda; una boca carnosa capaz de una lujuria indecible cerquita al cuello.
Todo eso sumado al alcohol y al humo verde en mis pulmones, fue igual a paroxismo.
Caída exultante, rendición total a la cadencia, besos de sangre y sexo sutil ahogando respiraciones a galope con más y más besos.

No hay arrepentimientos. No es el ideal, no debería haber sucedido… ¿Pero qué más da? La sonrisa del día siguiente y la despedida desfachatada y calma, en curiosa y amistosa comunión, es lo que cuenta.

Y bueno, el Señor Sorpresa trató de verme ese mismo día, pero entré en el limbo y decidí permanecer allí.
El limbo me salvó de su desplante del domingo –no apareció a nuestra cita de café- y es el que me salvará si llego a verlo mañana.
Ahora que lo pienso, es posible que ese halo de centro que estoy intentando seguir, es el que me haya hecho dejar el celular en casa de una amiga el fin de semana, y por tanto quedar incomunicada hasta el lunes en la tarde. Lapso en que el sujeto llamó una vez más y no pudo encontrarme.
Perfecto!!!
Que ruede la fortuna; que en juego largo hay desquite, se avecinan más batallas y la contienda será fatal.