Fin de semana palabreado.
El sábado hubo terapia. Se dejó venir con toda la fuerza aquel nudo pretérito que tan sellado estaba. Lloré mucho, temblé, asumí la culpa como nunca antes; solté la idea irracional que me persigue desde entonces, la causa y efecto de mis luchas con la vida desde el 2004. Creí que nunca lo lograría, y de hecho aun no lo logro… pero al menos invoqué a los demonios, y mis palabras fueron las llaves y serán las claves (muy a lo Pizarnik) que los van a exorcizar.
Luego de esto encierro en el hogar, corte de pelo para menguar la última trasquilada. Dormir la tarde, deambular en la madrugada.
El sábado hubo terapia. Se dejó venir con toda la fuerza aquel nudo pretérito que tan sellado estaba. Lloré mucho, temblé, asumí la culpa como nunca antes; solté la idea irracional que me persigue desde entonces, la causa y efecto de mis luchas con la vida desde el 2004. Creí que nunca lo lograría, y de hecho aun no lo logro… pero al menos invoqué a los demonios, y mis palabras fueron las llaves y serán las claves (muy a lo Pizarnik) que los van a exorcizar.
Luego de esto encierro en el hogar, corte de pelo para menguar la última trasquilada. Dormir la tarde, deambular en la madrugada.
Comer desmesuradamente el domingo; moverme como gato enjaulado por la casa. Poca concentración, imposibilidad para trabajar y taquicardia. Una llamada constatando traiciones, otra afirmando lealtades que sé perdurarán en el tiempo, vínculos energéticos que llaman. Me encantan las amistades que sin autoproclamarse como tales, terminan siendo más verdaderas que aquellas cargadas de elogios vacíos y ternuras forzadas. Un deseo: nunca más confiar en los excesos de cariño por parte de amigos. Las amistades verdaderas tienen un halo de austeridad y respeto que he comenzado a identificar.
Un último comentario: cada día de estos últimos años ha sido un mes; que rápido e intenso es crecer… asombro y llanto. Mis ojos no dan crédito a tantos y tan largos pasos dados.
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