Los días sin sorpresa se suceden y las lágrimas fluyen copiosamente.
No sé que me obliga a levantarme en las mañanas... tal vez sea el deseo de seguir llorando.
He vuelto al muy conocido estado de ostracismo; sin salir, sin interactuar, con apenas una que otra conversación telefónica o electrónica por compañía, nada más.
Tengo los sentidos enfermos, lo percibo todo a través de un doloroso velo,
en grises matices,
en graves sonidos,
en sabores amargos,
¿y el tacto? jejeje, ese el el más afectado de todos, el más carente, el terriblemente indefenso.
Es triste saber que durante 8 meses me di la oportunidad de abrirme al mundo y a la novedad, y que los resultados fueron tan nefastos: -sólo estas palabras untadas de rabia y tristesa-.
Nunca pensé que la humanidad tuviese ejemplares tan indolentes. Soy una ingenua sin remedio; quisiera llenarme de capas y capas impenetrables, quisiera activar un radar que me frenara cuando voy directo al abismo.
Y mientras imploto interiormente los quehaceres diarios me absorben; acumulo horas de trabajo, estudio e investigación para la tesis. Me exijo al máximo, la mayor cantidad de horas posibles en pro de la publicidad... avanzo con paso seguro hacia la graduación. Ojalá tuviera la certeza de que llegar a ser profesional va a servirme de algo. Ya no confío en mi, me intimida infinitamente el futuro, se me extravió la fe.
No más que decir, continuaré con mi rutina y esconderé mis ojos inundados de la hostil periferia.