Aplausos y balas surcando los aires. Y un deja vuh benevolente humedecido por lluvia y cafeína. Y la camaradería nocturna, y los tragos compartidos por vía telefónica, y las palabras suplantando besos –un mal trueque pero el único posible si se tienen en cuenta las montañas-, y el domingo y sus moderadas miserias y las mías.
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