Atrás quedaron los besos candorosos y fluidos, los verdes ojos de la nobleza y el honor; se los tragó la neblina de una mañana en la capital.
El resguardo cerró las puertas, me encuentro de nuevo en terreno escarpado.
Mi recibimiento fue plano y atafagado de tráfico.
Sentada en un taxi -ignorando al conductor y su charla trivial-, mareada, aturdida por el cambio de altura y de contexto, expectante…
El resguardo cerró las puertas, me encuentro de nuevo en terreno escarpado.
Mi recibimiento fue plano y atafagado de tráfico.
Sentada en un taxi -ignorando al conductor y su charla trivial-, mareada, aturdida por el cambio de altura y de contexto, expectante…
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