Imagino la cara del esclavista cuando oiga mi palabra favorita del día: -renuncio-. Ya no puedo mantener este remedo de trabajo: mi orgullo de publicista a 3 días de obtener el título grita emancipación, si la cobardía no me vence, para mañana a esta hora seré una estadística más en las interminables listas de desempleo en mi patria boba.
Del otro extremo apenas encuentro sabor a suero y un tarot sin respuestas. Hemos partido y ya nadie cree en los retornos triunfales.
Quiero quitarme las pinzas de las sienes y las piedras de los riñones. Leer en el metro, comerme un helado de menta y embriagarme con vodka.
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