Thursday, September 28, 2006

Una versión

Las señales del insomnio milenario en la cara. Los ojos tristes y ausentes. Un dolorcito dulzón en el pecho.
El consabido nudo en la garganta. Levitación en vez de movimiento.
Gusto de un café con canela en la boca. Pecas y una sonrisa que se esboza.
Un par de manos en ascuas. El olor azul en mi blusa y mis muñecas.
Las caderas fértiles. La cintura angosta.
Yo. Paradoja.
La que se esconde. La que persigue.
La mitad de una sorpresa. La que abrazó al asombro. La antítesis del desencanto.

2 comments:

Suite said...

Esa suena una version bastante encantadora de lo que se dibuja tras este papel diamante.
Es tan solo la mitad de una sorpresa, de seguro...

Saludos enteros, mi estimada.

María Auza said...

La mitad, en efecto.
Por regla, una sorpresa constará de mínimo de dos partes siempre, a saber: Un hecho cualquiera y alguien que lo aprecie y en efecto lo encuentre asombroso.
A esto llamo yo La Ley de la sorpresa, o bien, la ley del sorprendido promedio.
Yo soy una de esas personas en las que dicha premisa aplica con todo rigor; es decir, la mitad de una sopresa.
Así por ejemplo, al leerlo, usted sería la otra mitad.
Sus letras me hacen sentir en el territorio de lo sublime.
Saludos, y un beso.