El fin de la jornada gritaba escape, no podía llegar a emplazarme mansamente frente al televisor o seguir con la lectura.
Derrotada un poco, temerosa, me dirigí al lugar que tenía vetado; tomé dos cervezas de efecto inmediato por tantos días de abstinencia y hablé estupideces. Estuve a salvo y relajada dentro de lo posible, las antiguas zonas de guerra siempre intimidan.
Hoy espero hacer lo mismo, el encierro y la rutina me abruman ya. Entre tanta presión -grado, calamidades domésticas varias, recaída en el dolor- se me habían olvidado las bondades del alcohol y la bohemia.
Y bueno, es sabido que la noche no viene sola; pero tal vez es precisamente por eso que quiera sumergirme en ella de nuevo.
Un ataque frontal a la nostalgia, sacar a pasear esta carita, a ver quien se deja mirar, a ver si entre esos estás vos…y acabamos con esta persecución muda.