Mantras idiotas y maquinales.
No hubo una edad de la inocencia, eran cortinas pintadas a mano, dibujitos de iglesias y estatuas benevolentes, un circo inanimado que mi dolor de porcelana ilustraba. No olvidemos que no hay vínculo más grande que una herida mal cicatrizada.
Era más una inmersión en los disfraces al fin, apretando los ojos mucho mucho para no ver la luz.
PDT: Al abrirlos, como era de suponerse, se quemó la retina.
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