There’s not glass hidden on the grass -entonces podemos correr-. Hay árboles mudando de hojas y lluvias de noche y fantasmas en la oficina.
Así que insisto, podemos correr, también dar abrazos y tener ojos con forma de corazones y respirar ¿cómo vamos a dejar morir a las hadas, ah?
Zen entonces, que hacerle muecas al monstruo corporativo no sirve de nada y nos llena de arrugas, él seguirá ahí, gordo y grandote el infeliz, miope para esto de las niñas que sueñan con las tardes de domingo.