La certeza de no ser suspiro, apenas pulsión.
Ni el martillo que rompe el cristal, ni siquiera una manguera o un extinguidor, ni una cobija vieja, y para nada –si a esas vamos- las llamas.
Un adornito chamuscado, un ornamento reducido a cenizas.
Ni el martillo que rompe el cristal, ni siquiera una manguera o un extinguidor, ni una cobija vieja, y para nada –si a esas vamos- las llamas.
Un adornito chamuscado, un ornamento reducido a cenizas.
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