Dina, así se llamaba la película; sueca y pésima por cierto. Igual, en buena compañía parece no importar la falta de sustancia de un guión, ni lo repetitivo que puede llegar a ser; uno se limita a compartir las burlas, a tomarse de la mano y aguantar el frío del teatro; y ya, en ese instante, se es casi feliz.
Luego el bar, música, cerveza; aparente buen final para la noche... pero no!!! las cosas nunca son tan sencillas. Siempre el pelo en la sopa.
El señor sorpresa, que tan buena labor ha hecho como acompañante por estos días abrió su dulce y perfecta jetica para lanzar pasivo-agresivas amenazas de huídas, premoniciones de finales y toda esa baba masculina reafirmahombría ¡ERROR! caca nené, eso no se hace. Desde ahí esta señora muy dueña de sí no moduló palabra, y una hora después pidió salir del bar, caminar un rato e irse sin ninguna explicación.
Ay! de los machitos, ay! de ti, que no sabes cuan acostumbrada estoy a las pataletas "patialoncheras", y que tan inútiles pueden ser, ¿no ves? hoy mandaste tres mensajitos bonitos al celular, muchachito regañadito pidiendo cacao, no?
Ya, ya, todo está bien dulce señor sorpresa, no pasó nada; simplemente no abras tu boquita para decir lo que de sobra se sabe, mira que ambos estamos en las mismas, ambos andamos jugando ¿porqué preocuparse por un hecho conocido y asumido?
Y durante esa hora de mutismo y Pink floyd, el insolente recuerdo de otro muchachito, de EL MUCHACHITO; y por un segundo, el deseo de tenerlo ahí.
Ahora, presente simple. No miro atrás, todo es, las cosas fluyen; y, eventualmente, su fantasma dejará de llegar, intempestivo, a interrumpir mi nueva y mejorada felicidad 100% libre de euforia.