Los desvelos acompañados, las pequeñas batallas domésticas en las que mi mala cara y tu postura serena, y los almuerzos en la cama y las visitas a la oficina. Por ahí vamos y el camino sólo por ratos es culebrero, porque de resto es un buen paisaje, somos vos y yo estallados de la risa -o vos que me explicás el mundo, o yo que te lo desordeno con mis cuentitos de elefantes y almohadas-.
Y cuanto te quiero.
Y cuanto te quiero.
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