El reloj detenido y las sábanas recién cambiadas y sin usar, las hojas en blanco por comprar y por rayar. El pelo sucio, las palabras desteñidas, los miedos latentes, el silencio gritando lo que los elefantes susurran.
Rumores nocturnos traídos de otras latitudes, y una pesadumbre que no tiene nombre pero que se viene instalando hace un tiempo, lenta e ineludible. Elefantes en todas las esquinas, a veces estampida de elefantes en las calles, otras escondidos detrás de la niebla de la sierra.