Avanzo. Deliberadamente uso la academia para evocar escenarios, para que la línea punteada me lleve a los sitios que terminaron siendo constitutivos de esto que soy ahora. Adopto las voces –recreo felices diálogos bizantinos- , me río de las posturas y soy hasta benevolente con los malos tragos.
El tiempo se ha vuelto la gran carencia; todo lo fortuito que me cruza se queda en el aire, circulando algunas horas que prontas se disipan y me atragantan la palabra en la boca, trato de asirme a ella con los dientes pero el reloj empuja al segundero, siempre.